La historia contemporánea de Nueva York no estaría completa sin la historia del controvertido grafiti. Criticado por quienes lo consideran mero vandalismo y castigado bajo la ley, este arte callejero, que nació en la década de 1970 de la mano de adolescentes, ha evolucionado hasta figurar en los muros de galerías y museos, como muestra una exposición en el Museo de la Ciudad de Nueva York.
Son muchas las películas que han mostrado vagones del metro cubiertos de grafiti y paredes de la ciudad, de negocios o edificios de viviendas convertidos en lienzos de colores: cualquier espacio vacío servía para la creatividad. Como dice uno de sus autores "pintar graffitti es como el jazz, no tiene reglas, es lo que se siente".
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Lo que empezó con un grupo de chicos escribiendo en esos espacios su alias -o los nombres de sus mascotas- combinado con el número de la calle donde vivían, -que adornaban con comillas, estrellas, halos, corazones o lo que se les ocurriera-, trascendió y muchos se convirtieron en figuras respetadas del arte.
EFE.